Estimados hermanos y hermanas en Cristo,
Al reunirnos para la Santa Eucaristía este 23er Domingo del Tiempo Ordinario, las lecturas bíblicas iluminan nuestros papeles y responsabilidades dentro de nuestra comunidad de fe.
El Profeta Ezequiel nos presenta nuestra tarea como los “centinelas” de nuestra comunidad (Ez 33:7-9). Este papel nos exige ser más que simples receptores pasivos de la gracia de Dios. Debemos actuar activamente como custodios de Su amor, guiando, apoyando y cuidando constantemente a los demás. En la Carta a los Romanos, San Pablo refuerza esta idea, afirmando que nuestra única deuda entre nosotros debe ser el amor, porque “el amor cumple la ley” (Rom 13:8-10).
La lectura del Evangelio de Mateo profundiza en nuestras obligaciones comunitarias, resaltando la importancia de la corrección fraterna y el poder de la oración comunitaria (Mt 18:15-20). Esto refuerza el espíritu de nuestra comunidad eclesial, donde cada día es una oportunidad para cuidarnos mutuamente a través del amor y la oración. En nuestra parroquia, el viaje espiritual de cada individuo suma a nuestra historia colectiva. No debemos olvidar que nuestros caminos individuales, por muy personales que parezcan, se integran en el tapiz más amplio de nuestra comunidad eclesial.
Con este sentido, reflexiono sobre el cierre del verano y sus transiciones. Al regresar nuestros jóvenes a la escuela, espero que sus corazones estén llenos de recuerdos de un verano revitalizante, marcado por relaciones más profundas con familiares, amigos y, sobre todo, con Dios. Envío una bendición especial a nuestros niños y jóvenes que inician un nuevo capítulo en nuestro Programa de Educación Religiosa y Grupo Juvenil. Estas iniciativas esenciales no son solo para prepararlos para los Sacramentos, sino para guiarlos hacia una vida madura en Cristo. Nuestra coordinadora de Educación Religiosa, Nelly Gutierrez, junto con nuestro equipo de catequistas y voluntarios dedicados, así como nuestros ministros de jóvenes Dayonel Mejina y Yolanda Lazo, realmente encarnan el espíritu de los centinelas, cuidando a nuestros jóvenes con amor inquebrantable.
El Salmo Responsorial de hoy resuena en nuestros corazones: “Señor, que no seamos sordos a tu voz” (Sal 95:1-2). Esta reflexión surge al pensar en los seminaristas vinculados a nuestra parroquia, que ahora se encuentran en momentos cruciales de su camino espiritual: el nuevo Diacono Randy Nguyen, hijo de nuestra parroquia; John Ngo, Peter Nguyen y Joseph Tran, quienes, aunque no son originarios de nuestra parroquia, han sido acogidos por nosotros y tienen un lugar especial en nuestra comunidad. El Diácono Randy ha regresado al Seminario de San Vicente en Latrobe, Pensilvania para su último año de formación. John ha sido asignado a su Año Pastoral en la Parroquia de la Preciosísima Sangre en Brooklyn, mientras que Peter y Joseph continuarán sus estudios teológicos en el Seminario de San Andrés en la Universidad de Seton Hall, New Jersey. El compromiso de estos jóvenes muestra la profundidad de su fe y resalta la importancia del apoyo comunitario. Tengan por seguro que de vez en cuando los veremos durante sus descansos, siendo testigos de su crecimiento y permitiéndonos participar de cerca en su camino vocacional.
Con el verano ya atrás, les invito a que vean la próxima temporada como una nueva oportunidad para profundizar nuestra relación con el Señor. Es una oportunidad para participar activamente en la vida de nuestra parroquia, para ser parte de los “dos o tres” donde Cristo promete su presencia.
Asegurándoles de mi oración en el Altar, me despido,
Fielmente en Cristo,
Mons. Cuong M. Pham