26 DE MARZO, 2023

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Al entrar en la última semana de Cuaresma antes de la Semana Santa, la Iglesia presenta un tema importante y serio para nuestra reflexión, el tema de la vida y la muerte. Las lecturas bíblicas de este fin de semana proclaman abrumadoramente que Dios es el Señor de la vida y la muerte. Estos días finales de Cuaresma están destinados a profundizar nuestra conciencia y convicción de esta verdad, en preparación para la celebración del Misterio Pascual del Señor la próxima semana.

La muerte es una de las cosas aterradoras de las que nadie quiere hablar. Causa pánico entre las personas sin importar su estatus o poder. Algunas personas pueden abrazar cualquier tipo de sufrimiento pero no la muerte. A menudo me piden que ore por los moribundos y que dirija oraciones por los dolientes en los velorios o funerales. Lo que encuentro es que muchos no quieren mirar la muerte en la cara. Prefieren que ore por una eventual curación, por consuelo o paz, sin querer escuchar ninguna mención sobre la muerte. Aceptar que a veces una enfermedad no puede curarse físicamente, y que la muerte es inevitable a medida que uno envejece, es una realidad con la que muchas
personas no se sienten cómodas, ni siquiera en la oración. He pasado por esta experiencia con mi propio padre cuando murió hace dos años. Hasta el día de hoy, para ser honesto, todavía me cuesta aceptar que se ha ido. Evito conscientemente pensar en las tristes circunstancias que rodearon sus últimos días. Si no fuera por mi fe en la vida después de la muerte, no sé si podría seguir sin desesperarme.

En la primera lectura de la Misa de este domingo, el pueblo de Israel estaba exiliado en tierra extranjera. En esa circunstancia, muchos de ellos quedaron reducidos a nada. Algunos fueron asesinados física, mental, social o religiosamente. A medida que el sufrimiento se hizo tan grande, muchos perdieron su fe en Dios. Fue durante este tiempo que Dios envió al Profeta Ezequiel para darles una profecía consoladora. En esta profecía, Dios promete enfáticamente que va a resucitar a los israelitas, para restaurarlos de regreso a su tierra. Los que murieron también serán resucitados de sus tumbas, llenos del espíritu de Dios. Era una promesa de restauración de la muerte a la vida.
En la lectura del Evangelio, esta profecía se cumple en Lázaro, un amigo cercano de Jesús que fue resucitado después de haber estado muerto durante cuatro días por el Señor. La resurrección de Lázaro es una verdadera indicación de que aquellos que hacen de Jesús su amigo nunca pueden permanecer en la tumba para siempre. Esta historia del Evangelio trae consuelo y esperanza. La muerte no será algo que pueda hacernos entrar en pánico.

Hermanos y hermanas, siempre debemos ser amigos de Dios. Así como Jesús resucitó a Lázaro de entre los muertos, lo hará por ti y por mí. Ante la última pandemia, algunas personas estaban tan preparadas para enfrentar la realidad de la muerte. Estas personas estaban haciendo muchos sacrificios por los demás. Eran valientes y sin miedo. Cuando pasé un mes cuidando a mi propio padre moribundo y a mi madre gravemente enferma en el hospital de la Universidad de Nueva York en el punto álgido de la pandemia, otro sacerdote amigo mío de Houston, Texas, se ofreció como voluntario para venir al Hospital Elmhurst a cuidar a los pacientes moribundos de Covid durante tres
meses sin tener ningúna familia o pariente viviendo en esta ciudad. Me dijo que no le tenía miedo al virus, sino al hecho de que no estaba preparado para morir y encontrarse con el Señor. Su valiente y noble acto fue para él una forma de vivir su propia fe en Cristo, su Salvador y mejor amigo. Esta perspectiva única de ese joven sacerdote me dio mucho que pensar.

Jesús dice en el Evangelio: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás” (Jn 11,25). Esta creencia es lo que me ayuda a superar mi dolor. Me da razones para seguir viviendo en la esperanza y me motiva a continuar con mi anuncio de la victoria de Dios sobre la muerte, especialmente a quienes viven en aflicción, angustia o miedo.

A medida que nos acercamos al clímax de la Cuaresma y nos dirigimos a las celebraciones de la Semana Santa, que encuentren fortaleza y seguridad en la promesa del Señor como yo la encontré. El próximo domingo, Domingo de Ramos, en la lectura de la Pasión del Señor, la realidad de la muerte y de morir puede volver a estremecernos hasta lo más profundo, pero no debe asustarnos, porque el próximo domingo, Domingo de Pascua, la resurrección del Señor de entre los muertos será el centro de nuestra esperanza y gozo.

Fielmente suyo en Cristo,

Mons. Cuong M. Pham

19 de marzo de 2023

Queridos hermanos y hermanas,

El Cuarto Domingo de Cuaresma se conoce como “Domingo Laetare (Regocijo),” expresando el gozo de la Iglesia en anticipación de la Resurrección de nuestro Señor. Las lecturas de este domingo nos recuerdan que es Dios quien nos da la visión adecuada tanto en el cuerpo como en el alma; y nos advierte que aquellos que asumen que ven la verdad a menudo son ciegos, mientras que aquellos que reconocen su ceguera reciben una visión clara. Nos exhortan a estar constantemente en guardia contra la ceguera espiritual.

¿Alguna vez has jugado un juego con los ojos vendados? O, ¿alguna vez has estado en una caminata de confianza, en la que te vendaron los ojos y te guía otra persona? Jugar con los ojos vendados nos ayuda a apreciar el don de la vista. Aquellos que tienen un problema con la vista, ya sea por una enfermedad o por la vejez, pueden apreciar la preciosidad de la capacidad de ver, incluso con la ayuda de lentes correctores. A través de la historia de Jesús curando a una persona ciega de nacimiento, el Evangelio de San Juan presenta la vista en un sentido espiritual. El ciego recibe no solo la habilidad de usar sus ojos sino el don de ver la verdad. A veces una persona puede mirar, pero no ver. El hombre ciego de nacimiento, la persona más improbable, recibe la luz de la fe en Jesús, mientras que los fariseos educados en leyes y la religión permanecen espiritualmente ciegos, incapaces de ver que Jesús era de hecho el Mesías. Esta maravillosa historia nos enseña la necesidad de tener los ojos abiertos por nuestra fe. Ver las realidades como son, y no como asumimos que son, nos permite ver la verdad. Nos libera de nuestras presunciones prejuiciosas y nos da verdadera alegría cuando nuestra oscuridad se convierte en luz.

Fisiológicamente, el “punto ciego” es parte del ojo donde no llega la visión. Es el lugar donde el nervio óptico ingresa al globo ocular. Un punto ciego en un vehículo es un área alrededor del vehículo que el conductor no puede observar directamente. En la vida real, todos tenemos puntos ciegos: en nuestras relaciones, matrimonios, crianza de los hijos, hábitos de trabajo, personalidad e incluso en nuestra espiritualidad. Es muy posible que la gente religiosa de nuestros días sea como los fariseos de antes: religiosos en el culto, en la frecuentación de los sacramentos, en la vida de oración, en la donación a la Iglesia y en el conocimiento de la Biblia, pero ciegos a la pobreza, injusticia, y dolor a su alrededor. Jesús quiere curar toda la ceguera que nos paraliza en la vida.

El pasado lunes, 13 de marzo, como algunos de ustedes sabrán, fue el décimo aniversario de la elección del Papa Francisco al trono de San Pedro. Hace diez años, estaba de pie hombro con hombro con miles de otras personas en la Plaza de San Pedro cuando el humo blanco salió de la chimenea en la parte superior de la Capilla Sixtina indicando que se había elegido un nuevo Papa. No sabía que el hombre humilde que parecía haber sido un recluta de la periferia se convertiría en un líder tan profético e influyente para nuestros tiempos. En los diez años de su pontificado hasta el momento, el Papa Francisco ha señalado repetidamente los puntos ciegos en nuestra Iglesia y en nuestra cultura moderna. Sus enseñanzas magisteriales han desafiado, no solo a los fieles Católicos sino también a todos los demás, a reconocer y abordar esos puntos ciegos. Desde las preguntas relativas a la dignidad de la vida humana, la paz y la felicidad, hasta las preguntas relativas a la familia, la moralidad, el matrimonio y el amor, el Papa centra constantemente nuestra atención en cada situación concreta; sus valores y consecuencias; y los caminos posibles para abordarlo desde la sabiduría de la fe Cristiana. Prefiriendo usar un lenguaje sencillo y directo, nos lleva a una visión más clara de Dios, de nosotros mismos y de los demás. Su voz profética no siempre se escucha, porque siempre hay quienes se niegan a ver, pero siempre exige respeto y atención.

Al unirme a mis antiguos colegas del Vaticano y a la multitud de distinguidos invitados que se reunieron para honrar al Papa Francisco en la Nunciatura Apostólica en Washington, DC el pasado lunes, me regocijó saber que, a través del Santo Padre, Jesús mismo continúa la misión de sanar en la Iglesia y en el mundo. Al igual que muchos líderes religiosos y gubernamentales que hablaron tan bien del Papa, me llenó de gratitud por las formas en que Dios lo ha usado para sanar nuestra ceguera espiritual en tantas áreas de la vida, especialmente a través de su mensaje de inclusión, compasión y acompañamiento cercano, para que podamos mirar a los demás, verlos como hijos de Dios, y amarlos como a nuestros propios hermanos y hermanas, salvados por la muerte y resurrección de Cristo.

Al entrar en la cuarta semana de Cuaresma, los invito a unirse a mí para reflexionar sobre cómo Dios ha iluminado y curado algunos de nuestros propios puntos ciegos espirituales en esta temporada santa. Demos gracias entonces por el don de la vista, y oremos para que podamos seguir avanzando con una visión clara.

Devotamente suyo en Cristo,
Monseñor Cuong M Pham

12 DE MARZO, 2023

Queridos hermanos y hermanas,
Estamos comenzando la tercera semana de Cuaresma. El Evangelio de este fin de semana presenta el diálogo detallado entre Jesús y una mujer Samaritana condenada al ostracismo. Esta historia de esta mujer Samaritana sin nombre en el pozo, registrada solo en el Evangelio de San Juan, está llena de verdades y lecciones poderosas. Nos asegura la misericordia infinita de Dios y su cercanía con nosotros en nuestro quebrantamiento; nos enseña cómo llegar a los que son diferentes; y nos anima a sacar lo mejor de las personas cuales estilos de vidas parecen estar en desacuerdo con lo que creemos que es bueno y santo.

Excluida en su propia comunidad por su estilo de vida promiscua, la mujer Samaritana incluso se despreciaba a sí misma, pero Jesús reconoció su sed espiritual y se acercó a ella. El hecho de que Jesús, un judío respetado, interactuara con una mujer Samaritana pecadora, fue en sí mismo un alcance extraordinario. Esto nos muestra que la gracia de Dios siempre está ahí para todos. Independientemente de los enredos de nuestras vidas, Él nos valora a todos lo suficiente como para buscarnos activamente, para atraernos a Su intimidad. A través de su cercanía, Dios saca lo mejor de nosotros, a veces de la manera más sorprendente.

Al igual que la mujer Samaritana, hay muchas personas hoy que tienen sed de sanación, pero no saben cómo hacer para encontrar a Jesús; tal vez tienen demasiado miedo, inseguridad o vergüenza para hablar con Dios; tal vez se sientan excluidos o intimidados por otros cuales sus agendas principales es reconocer y resaltar sus faltas. Frente a esta mujer que aparentemente estaba alienada y moralmente arruinada, Jesús solo vio a una persona que le importaba a Dios. Ella fue llevada a descargar gradualmente su alma a Él, un extraño porque finalmente encontró a alguien con bondad en sus ojos en lugar de un aire de superioridad crítica. Su búsqueda de agua en el pozo simbolizaba su búsqueda del agua viva, el don de la fe que la transformaría y le daría la verdadera vida.

Muchas personas hoy, como ella, se sienten aisladas, marginadas y rechazadas de alguna manera, ya sea en su comunidad, su familia, su lugar de trabajo o en la sociedad. ¿Conoces a alguna de esas personas? Con el conocimiento de que Jesús nos ama donde estamos, pero nos ama demasiado como para dejarnos donde estamos, ¿cómo podría el encuentro de Jesús con la mujer junto al pozo enseñarnos o inspirarnos a reconocerlos y relacionarnos con ellos? Jesús no sólo habló con la mujer, sino que, en un diálogo cuidadosamente orquestado, la guío progresivamente de la ignorancia a la iluminación, y de la incomprensión a una comprensión más clara. Se puede decir que Jesús estaba
haciendo de la mujer Samaritana la persona más cuidadosa e intensamente catequizada de todo este Evangelio. Involucrar a otros personalmente, por lo tanto, es la forma en que podemos hacer que la conversión y la transformación sucedan. Esto es esencialmente lo que el Papa Francisco llama “una cultura del encuentro,” algo tan necesario hoy en la iglesia y en el mundo.

A menudo asumimos, quizás por las apariencias externas, que sabemos lo que está pasando en la vida de los demás. Juzgamos a los demás por lo que sabemos de ellos. Esta historia del Evangelio muestra cómo Jesús no trató a los demás basándose en suposiciones y juicios. Incluso cuando la mujer no quería que Jesús se volviera personal, Él quería liberarla, perdonarla y moldear su vida en una nueva dirección. En su larga conversación de corazón a corazón, la mujer atravesó varias etapas: primero, lo llamó Judío, luego Señor, luego Profeta y finalmente Mesías. Este encuentro profundamente personal con Jesús la capacitó e inspiró para asumir un papel fundamental en su comunidad, atrayendo a otros a conocerlo por fin.

La historia de Jesús y la mujer Samaritana junto al pozo nos llama a dejar que Jesús entre libremente en nuestras vidas personales. Dios desea entrar en nuestras vidas personales y “privadas,” especialmente durante esta temporada de Cuaresma. Todos tenemos una vida “privada” que puede ser contraria a la voluntad de Dios en este momento. Cristo desea entrar en esa vida “privada,” no para avergonzarnos, ni juzgarnos ni condenarnos, ni ser cruel o malicioso con nosotros, sino liberarnos, cambiarnos y transformarnos.

La mujer Samaritana fue desafiada a deshacerse de su vida pecaminosa. También somos desafiados a deshacernos de nuestros apegos y hábitos males que nos mantienen esclavizados e idólatras. La Cuaresma es el tiempo para aprender de nuestros errores de exceso en la comida, la bebida, las drogas, el juego, la promiscuidad, la pereza, la procrastinacion o cualquier otra adicción que pueda impedirnos llegar al agua viva de una relación correcta con Dios. Todos tenemos nuestra lista corta, ¿no? Y todos sabemos, honestamente, qué es lo que debemos dejar atrás.

Con mi sincera oración,
Mons. Cuong M. Pham

5 de marzo de 2023

Queridos amigos en Cristo,

Estamos apenas comenzando la segunda semana de Cuaresma; hay un largo caminar por delante. Sin embargo, si no tenemos cuidado, podemos retroceder a nuestras rutinas espirituales. No olvidemos que la Cuaresma se trata sobre interrumpir nuestras rutinas y esforzarse para la renovación que nos lleva a la perfección. Mientras caminamos en esta temporada, la Iglesia propone la oración, el ayuno, y dar limosnas como herramientas que nos pueden ayudar alcanzar nuestra meta a “ser perfectos como el Padre es perfecto” (Mateo 5:48). Estas sugerencias pueden venir directamente del Señor, (Cf Mateo 6:1-6, 16-18).

Si bien abundan los recursos y el estímulo para formas nuevas y creativas de participar en la oración y el ayuno durante esta temporada, parece que la limosna sigue siendo la disciplina cuaresmal menos practicada y menos alentada. Para muchos de nosotros, la oración y el ayuno son prácticas más fáciles de adoptar. ¿Renunciar a algo durante 40 días? Entendido. ¿Realizar una práctica espiritual adicional? Sin ningún problema. Esto no quiere decir que estos dos sean fáciles, pero hemos entendido su propósito por mucho más tiempo. La limosna, sin embargo, es una historia diferente. Muchos de nosotros rara vez sentimos que tenemos dinero extra para dar, así que dejamos pasar por alto esta práctica de Cuaresma. Con el tiempo, las maravillosas recompensas de dar limosna se nos pueden escapar por completo. Algunos de nosotros rara vez conocemos la alegría de dar que permanece en el corazón de esta temporada.

Entonces, ¿qué es dar limosna y cómo se relaciona con nuestra fe? Dar limosna es, como era de esperar, regalos físicos, es decir, dinero, alimentos o bienes destinados a ayudar a los pobres. Elegir dar limosna hace una diferencia para aquellos que dan. Es un ejercicio de desapego, un recordatorio de que el dinero no es un bien supremo. Además, dar limosna es también una práctica social, quizás la más social del trío cuaresmal. Es porque dar siempre ocurre entre las relaciones. Este aspecto social de la limosna nos recuerda el aspecto social de nuestra fe; nos recuerda que no estamos solos en este viaje. Sobre todo, regalar dinero o posesiones es un acto de amor. Es una forma de encarnar nuestro deseo por el bien de otras personas. Hace eco del amor de Dios que se entrega a sí mismo. Nos ayuda a devolver ese amor de manera concreta y visible, porque “lo que hiciste a uno de mis hermanos más pequeños, a mí me lo haz hecho” (Mt 25, 41).

Dar limosna puede ser una tarea desalentadora para un principiante, ya que hay muchas causas buenas y valiosas por elegir. Ninguno de nosotros puede soportarlo todo; pero esto no debe paralizarnos para no hacer nada en absoluto. Podríamos reducir nuestras opciones conectando ciertas causas con lo que nos apasiona. Por ejemplo, siempre he disfrutado apoyar la Campaña Católica Anual en nuestra diócesis como una forma de dar limosna, porque sé que el dinero recaudado de la Campaña sostiene la misión de nuestra Iglesia aquí en Brooklyn y Queens. Como sacerdote, sé cuánto dependen nuestras parroquias, seminarios, escuelas, Caridades Católicas y programas de extensión para los pobres de las generosas donaciones de los fieles a esta Campaña. Una vez, yo mismo fui un beneficiario directo de esta generosidad cuando toda mi familia fue patrocinada en los Estados Unidos hace treinta y dos años como refugiados políticos bajo el auspicio de Caridades Católicas. Sin la ayuda de la Iglesia, no estaríamos aquí y ciertamente no podría estudiar para ser sacerdote. Ahora, como Párroco, estoy aún más consciente del impacto que tiene la Campaña Católica Anual en las vidas de innumerables personas comunes como usted y como yo, que experimentamos la misericordia de Dios a través de lo que brinda nuestra Iglesia. Es por eso que considero que mi constante apoyo a la Campaña Católica Anual es personalmente muy significativo y gratificante. A menudo hago de mi donación una práctica espiritual al orar por aquellos que se beneficiarán de mi donación y descubrir cómo mi donación está ayudando a otros. Dar de mis escasos recursos me ayuda a estar más agradecido con Dios por los recursos que me ha dado para compartir.

Al final, todas nuestras prácticas cuaresmales están destinadas a acercarnos más a Cristo, quien siempre mostró una preferencia especial por los pobres. La limosna es una forma concreta en que podemos seguirlo más de cerca. Como dijo el mismo Dios Padre en el evento de la transfiguración de Jesús en el Monte Tabor: “¡Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia, escúchenlo!” (Mt 3,17), la práctica de la limosna, junto con la oración y el ayuno, es una forma concreta de escuchar a Cristo. Después de todo, la limosna no es sólo “un testimonio de caridad fraterna”, sino también “una agradable obra de justicia de Dios” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2462).

 

26 DE FEBRERO, 2023

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Comenzamos la primera semana de Cuaresma, la temporada de siete semanas de 40 días que coincide con la primavera, el renacimiento de la naturaleza y la nueva vida que veremos alrededor. En este momento sagrado, la iglesia también desea que cada uno de nosotros crezca espiritualmente y experimente una renovación de nuestra relación con Dios. Para algunos de nosotros, puede ser una invitación a realizar esa relación de un estado de latencia o estancamiento. No importa dónde nos encontremos en el viaje espiritual, la Cuaresma nos ofrece la oportunidad de reavivar nuestro amor para Dios, apreciar más profundamente su misericordia y crecer en santidad.

Vivir la disciplina de la Cuaresma generalmente implica el fuerte deseo de un nuevo comienzo con una pizarra limpia, que marca un nuevo comienzo de una vida vivida de conformidad en el plan de Dios. Al igual que los catecúmenos que vienen a la iglesia durante la Pascua, todos estamos llamados a ser convertidos, a mirar nuestras vidas y nuestros pecados en la luz de la gracia de Dios. En respuesta a esta temporada, muchos cristianos asumirán diferentes prácticas de Cuaresma. Los Católicos, para ejemplo, están llamados a ayunar y abstenerse. Al hacerlo, debemos examinar cómo una práctica en particular nos ayudaría a rezar más, ser más generosos y más santos. Nuestras prácticas de Cuaresma solo conducirán a la conversión y la vida en abundancia si están conectadas con nuestra relación con Cristo. Si no, entonces nuestro ayuno de la comida y la bebida será una simplemente dieta y nuestra limosna simplemente regalará dinero.

Esta temporada Santa, sin embargo, es mucho más que un momento para ayunar penitencialmente y abstenerse; también es una época de festejar alegremente, un momento para ayunar de ciertas cosas y regocijar en otras. Quizás encuentre estas sugerencias que encontré hace muchos años. Fue escrito por William Arthur Ward:

Ayuna juzgar a los demás; regocija en el Cristo dentro de ellos.

Ayuna el énfasis en las diferencias; regocija en la unidad de la vida.

Ayuna los pensamientos de enfermedad; regocija en el poder curativo de Dios.

Ayuna las palabras que contaminan; regocija en las frases que purifican.

Ayuna el descontento; regocija en la gratitud.

Ayuna la ira; regocija en la paciencia.

Ayuna el pesimismo; regocija en el optimismo.

Ayuna quejarse; regocija en la apreciación.

Ayuna las cosas negativas; regocija en las afirmativas.

Ayuna la amargura; regocija en el perdón.

Ayuna el egoísmo; regocija en la compasión por los demás.

Ayuna el desánimo; regocija en la esperanza.

Ayuna el letargo; regocija el el entusiasmo.

Ayuna los pensamientos que debilitan; regocija en las promesas que inspiran.

Ayuna los chismes; regocija en el silencio intencionado.

Ayuna los problemas que abruman; regocija en la oración que sostiene.

Ayuna las gratificaciones instantáneas; regocija en la abnegación.

Ayuna la preocupación; regocija en la Divina Providencia.

Y finalmente, ayuna el pecado; regocija en la abundancia de la misericordia de Dios.

 

En su mensaje para la Cuaresma, el Papa Francisco nos recuerda: “En esta temporada de Gracia, una vez más volvemos nuestros ojos a la misericordia de Dios. La Cuaresma es un camino: conduce al triunfo de la misericordia sobre todo lo que nos aplastaría o reduciría a algo indigno de nuestra dignidad como los hijos de Dios.” Entendido de esta manera, la Cuaresma puede ser una experiencia liberadora para todos nosotros. Puede liberarnos de las actitudes y comportamientos que no dan vida y ayudan a reorientarnos hacia aquellos que garantizarán nuestro crecimiento en la persona que Dios nos llama a ser: la persona de la resurrección.

 

Con la seguridad de mi recuerdo de oración cada día en el altar, les deseo a ustedes y a sus familias una temporada de Cuaresma Santa y transformadora.

Fielmente suyo,

                                                                   Mons. Cuong M. Pham

19 DE FEBRERO, 2023

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

La temporada Santa de Cuaresma comenzará con la celebración del Miércoles de Ceniza de esta semana. En Cuaresma, la costumbre es que los Católicos renunciemos algo que hacemos mucho o que encontramos placer en hacer. Esta “renuncia” se hace como una disciplina para aprender el autocontrol, para liberar nuestras mentes de la persecución de las cosas materiales. Estas costumbres nos recuerdan los sufrimientos de Cristo y cuáles son nuestros verdaderos placeres como seguidores de Cristo, y es sobre todo un acto de dolor por nuestro pecado.

Se cuenta la historia de un padre que había instado a sus hijos de ir de sacrificar los dulces a abandonar algún hábito pecaminoso que marcaba sus vidas. Aproximadamente a la mitad de la Cuaresma, les preguntó a los niños cómo les estaba yendo con su promesa de Cuaresma. Uno de sus hijos pequeños había prometido dejar de pelear con sus hermanos durante la Cuaresma. Cuando su padre le preguntó cómo le iba, el niño respondió: “Estoy bastante bien, papá, pero ¡vaya, no puedo esperar hasta la Pascua!” Esta respuesta nos muestra que este niño solo había entendido parcialmente el propósito del “abandono” de Cuaresma. La Cuaresma se trata de conversión, entregando nuestras vidas más completamente a Cristo y a su forma de vida. Eso siempre implica renunciar al pecado de alguna forma. El objetivo no es solo abstenerse de pecar durante la Cuaresma, sino desarraigar el pecado de nuestras vidas para
siempre. La conversión significa dejar atrás una vieja forma de vivir y actuar para abrazar una nueva vida en Cristo.

A veces no nos damos cuenta de cómo ciertas cosas que hacemos han ganado poder sobre nosotros y ha dictado nuestras acciones. En Cuaresma, descubrimos estas cosas y las abandonamos para que Dios pueda estar a cargo. El término “desapego” se escucha a menudo durante la Cuaresma. Significa que cuando estemos menos preocupado por las “cosas,” tendrás más espacio para Dios. Como Católicos, estamos obligados a renunciar la carne los viernes durante la temporada. Sin embargo, también podemos renunciar otras cosas. Para algunas personas, la Cuaresma es una oportunidad para hacer un esfuerzo por dejar la televisión, las conversaciones telefónicas, los juegos de azar, las compras impulsivas, las discotecas, los vicios sexuales, los gritos o arrebatos emocionales, cualquier cosa que se
relacione estrechamente con un pecado en particular que sea especialmente pegajoso para a ellos. Sea lo que sea, es donde debe centrarse su disciplina cuaresmal. Para otros, la Cuaresma es un tiempo para hacer cambios en sus hábitos. Por ejemplo, usar el dinero o el tiempo de manera más responsable, comer y beber en moderación, acostarse y levantarse más temprano, volverse más organizado y ordenado, pasar menos tiempo en el Internet, hablar despacio y con respeto, orar y meditar las Escrituras diariamente, adoptar una causa caritativa, ir a la iglesia con más frecuencia, etc. Estas cosas positivas no solo son buenas para el cuerpo; también son excelentes para el alma.

Algunas personas usan la Cuaresma para eliminar la complejidad de sus vidas. Reducen sus agendas ocupadas y se concentran en las actividades que más importan. Otros buscan una área específica de su vida en la que ejercen el poder sobre los demás y luego tratan de encontrar formas de utilizar menos poder al hacerlo. Si resulta que eres una persona de control, puedes cambiar la forma en que abordas las cosas y las personas. Puedes ver cómo tratas verbalmente a otra persona y tratar de ponerte en su lugar. Puede haber tantas cosas que hacer, pero lo mejor es elegir una cosa a la vez. Luego, cuando eso se afiance, abandone otra cosa, según lo inspire el Señor.

La tristeza y la crudeza de la Cuaresma no significan que no podamos celebrar o festejar. No significa que no podamos comer una buena comida, disfrutar de un buen juego, una película, o reírnos de un momento divertido. Más bien, en Cuaresma, ponemos fin a nuestra febril búsqueda del placer y, en cambio, dejamos que nos busque. Entonces, cuando lleguen los momentos de alegría, los reconoceremos como un regalo de Dios amoroso. Por lo tanto, la Cuaresma no se trata solo de renunciar las cosas. También se trata de agregar cosas buenas a nuestras vidas o a las vidas de los demás, el tipo de cosas buenas que siguen a lo que Jesús nos pide.

Lo mejor que pueden hacer por si mismos en la Cuaresma es volver al Sacramento de la Reconciliación. Consulten los horarios de Confesiones en nuestra parroquia y otras iglesias y motívense a ir. Recuerden, la gracia se basa en la naturaleza, la transformación de sus vidas por parte de Dios solo puede tener lugar si le abren la puerta. No esperen más, queridos hermanos y hermanas, porque “¡ahora es el tiempo aceptable, ahora es el día de salvación!” (2 Corintios 6:2).

Fielmente suyo en Cristo,

                                                                                                                   Mons. Cuong M. Pham

12 DE FEBRERO, 2023

Queridos amigos en Cristo,

En el Evangelio, Jesús nos enseña que cumplir la ley de Dios no es solo obedecer la letra de la ley, sino más importante, vivir el verdadero espíritu de la ley, que es el amor. Después de todo, los mandamientos de Dios no se dan para agobiarnos, sino para ayudarnos a aprender el camino del amor y convertirnos en verdaderas imágenes de Dios, que es amor. Al final, todo se reduce al corazón, y Dios siempre mira al corazón.

Hablando del corazón, las cajas de chocolates con forma de corazón que vemos estos días por todas partes me recuerdan que este martes 14 de febrero, es el día de San Valentín. Para algunas personas, el Día de San Valentín trae muchos recuerdos dolorosos, como cualquier otro día festivo. A algunas personas no les gusta la presión que conlleva un día como ese. Para mí, el Día de San Valentín no está ligado a un romance efusivo, a una obligación o a experiencias dolorosas. Lo aprecio por su concepto central. Se trata de amor, y a quien no le gusta el amor? Es una oportunidad para agradecer a las personas que nos aman y un desafío para amar un poco más a los demás, como Dios nos ha
mandado. El enfoque de esta festividad, por lo tanto, está en nuestra relación con los demás y con Dios, Aquel que nos ama incondicionalmente primero.

Hay varias leyendas que rodean el origen de esta fiesta. Uno de ellos involucra la historia de San Valentín, un sacerdote quien vivió en Roma alrededor del año 250 d.C. durante el reinado del emperador Claudio. Claudio quería que los jóvenes se unieran a su gran ejército. Sin embargo, muchos hombres simplemente no querían estar en el ejército y pelear en guerras. No querían dejar a sus esposas ni a sus comprometidas ni a sus familias. Dado que no
muchos hombres se inscribieron para estar en el ejército, Claudio decidió no permitir más matrimonios. Después del decreto del Emperador que prohibía los matrimonios en todo su imperio, el Padre Valentín realizó ceremonias de matrimonio en secreto. Susurraría la bendición a las parejas mientras se la ocultaba a las autoridades. Una noche, el sacerdote fue sorprendido realizando una boda y fue arrestado. Le dijeron que su castigo era la muerte. Muchos jóvenes iban a la cárcel a visitarlo. Arrojaron flores y notas a su ventana. Querían que supiera que ellos también creían en el amor conyugal. Uno de estos jóvenes era la hija del guardia de la prisión. Su padre le permitió visitarlo en su celda. Ella creía que él hizo lo correcto al ignorar al Emperador y realizar ceremonias de matrimonio. El día que iba a morir, le dejó una nota agradeciéndole su amistad y lealtad. Lo firmó, “Con amor de tu Valentín.” Esa nota inició la
costumbre de intercambiar notas de amor en el Día de San Valentín. Fue escrito el día de su muerte, el 14 de febrero de 269 d. C. Hoy, el lugar del martirio de San Valentín se ha convertido en una iglesia famosa, ubicada a pocos pasos de donde yo vivía en el corazón de Roma. En el día de San Valentín, esa Iglesia se llena de rosas rojas de los peregrinos que acuden a venerar las reliquias del Santo y celebrar su heroico sacrificio.

No importa el origen del Día de San Valentín, pero es bueno celebrar el amor. Como dijo una vez el monje trapense Thomas Merton: “El amor afecta más que nuestro pensamiento y nuestro comportamiento hacia aquellos a quienes amamos. Transforma toda nuestra vida. El amor genuino es una revolución personal. El amor toma tus ideas, tus deseos y tus acciones y los une en una experiencia y una realidad viva, que es un nuevo tú.” Por lo tanto, nuestras relaciones amorosas moldean e impactan profundamente nuestras vidas. Saber que eres amado por Dios y por los
demás te cambia en tu interior. Tener a personas a las que puedas mostrar tu amor también te cambia en tu núcleo interior. No hay duda de que el amor es de lo que se trata la vida. Es la mayor fuente de significado en la vida y es, con mucho, el anhelo más profundo del corazón humano. La falta de amor trae serias disfunciones, junto con la falta de confianza y la incapacidad de tener relaciones significativas y una vida feliz.

San Pablo, dirigiéndose a la Iglesia de Corinto que estaba llena de discordia y polarización, les exhortó: “Hagan todo con amor” (1 Corintios 16,14). El Apóstol continúa recordándonos que todo pasa, incluidas las riquezas, el éxito y los talentos. Al final, dijo, “solo quedan estos tres: la fe, la esperanza y el amor. Pero el mayor de ellos es el amor” (1 Corintios 13:13). El tipo de amor del que habló San Pablo no es el tipo de amor romántico y sentimental basado en gran medida en los sentimientos que el mundo promueve todo el tiempo y, a menudo, simbolizado por los regalos comerciales en forma de corazón que se compran y venden en las tiendas, sino que es el amor desinteresado, dador de vida, inspirado en el propio amor de Dios, y simbolizado por el Sagrado Corazón traspasado y en llamas de Jesús. Por su naturaleza, este tipo de amor es sacrificial y está siempre dirigido hacia el bien de la persona amada.

Y este es el tipo de amor que estamos llamados a ofrecernos unos a otros. Que este amor sea nuestro San Valentín para todos, especialmente para aquellos que tienen hambre de amor, e incluso para aquellos que pueden no ser tan adorables en nuestras vidas.

Feliz Dia de San Valentin!

                                                                                                                        Mons. Cuong M. Pham

5 de febrero de 2023

Estimados feligreses,

En el Evangelio, Jesús encarga a sus discípulos la misión de ser sal y luz para el mundo. ¿Qué significa esto? ¿Y cómo nos convertimos hoy en sal y luz en el contexto de nuestro mundo y sociedad moderna?

Siempre encuentro fascinantes estas metáforas de la sal y la luz. En el mundo antiguo, la sal era muy apreciada.
Los griegos llamaban divina a la sal, y los romanos decían: “No hay nada más útil que el sol y la sal.” ¿Sabes que nuestra palabra en inglés “salary” (salario) significa literalmente “dinero salado?” En el tiempo de Jesús, la sal se asociaba con la pureza, porque era blanca y procedía de lo más puro de todas las cosas, el sol y el mar. Por eso la sal era la más primitiva de todas las ofrendas a los dioses. La gente creían que era la sal la que mantenía los mares puros. Por eso, cuando Jesús exhorta a sus discípulos a ser “la sal de la tierra,” quiso decir que los cristianos deben ser un ejemplo de pureza, ejerciendo la pureza al hablar, en la conducta e incluso en el pensamiento. La sal sigue siendo el más común de todos los conservantes donde la gente no tiene refrigeradores ni congeladores. Se utiliza para evitar que la
carne, el pescado, las frutas y los encurtidos se pudren. Así, como la sal de la tierra, los cristianos deben tener cierto antiséptico, preservando la influencia en la sociedad, venciendo la corrupción y facilitando que los demás sean buenos. Además, la sal le da sabor a la comida, la sazona y le da un sabor más rico. A través del Bautismo, nuestra vida natural es también “sazonada” con la vida nueva y más rica que viene de Cristo. Los cristianos, por lo tanto, deben reflejar esa novedad y riqueza en sus vidas, y no pueden volverse insípidos.

En tiempos de Jesús, cuando se habla de la luz, lo que viene a la mente es la imagen de una lámpara de aceite. Era como una salsera llena de aceite con una mecha flotando. Cuando la gente salía, por seguridad, quitaban la lámpara de su candelero y la ponían debajo de un celemín de barro, para que ardiera sin peligro hasta que volvieran. Jesús desafía a sus discípulos a ser visibles como una lámpara en un “candelero.” Por lo tanto, espera que sus seguidores sean vistos por el mundo, irradiando y dando luz. “Que nuestra luz brille ante todos” (Mt 5,16). Con esta metáfora, Jesús quiere decir que nuestra fe debe ser visible en las actividades ordinarias del mundo, por ejemplo, en la forma en que tratamos a un cajero en el mostrador, en la forma en que pedimos una comida en un restaurante, en la forma en que tratamos nuestros empleados o servimos a nuestro empleador, en la forma en que jugamos, conducimos o estacionamos un automóvil, en el lenguaje diario que usamos, en la literatura diaria que leemos y los sitios web que visitamos en línea, etc.

La enseñanza de Jesús debe hacernos reflexionar hoy sobre la calidad de nuestra propia fe y misión. ¿Tu sal es salada y tu luz brilla? Si tienes alguna duda, responde este pequeño cuestionario: 1) Nombra a las cinco personas más ricas del mundo. 2) Nombre los últimos cinco ganadores del Premio Nobel. 3) Nombre los últimos cinco campeones de la Serie Mundial. ¿Conoces todas estas respuestas? Probablemente no. Luego hágase algunas preguntas adicionales: 1) ¿Quién los alimentó y vistió cuando estaban indefensos? 2) ¿Cómo se llamaba el maestro que pacientemente les enseñó? 3) ¿Quién es la primera persona que llamarías en caso de una emergencia? Ustedes sabrían las respuestas a estas preguntas? No busquen más: estas personas son la sal y la luz del mundo. Si ves en ti mismo en este momento las cualidades positivas por las cuales estas personas les inspiraron y marcaron la diferencia en su vida, pueden estar seguros de la calidad de su propia misión de ser sal y luz para el mundo.

Queridos hermanos y hermanas, la sal es una influencia oculta pero poderosa. La luz es una influencia visible y reveladora. Jesús nos llama a ser una presencia humilde que tenga un impacto visible y tangible en el mundo que nos rodea. ¿Su fe hace una diferencia en la de alguien más? ¿De qué manera puedes hacer una diferencia hoy en el mundo que les rodea? La respuesta a estas preguntas depende de cuán cerca nos parezcamos al mismo Jesús, quien es la verdadera Sal de la tierra y Luz del mundo.

Devotamente suyo en Cristo,

               Mons. Cuong M. Pham

29 DE ENERO, 2023

Querida Familia Parroquial,

El Evangelio de este domingo comienza con Jesús subiendo a la montaña, donde se sienta y comienza a enseñar a la multitud las Bienaventuranzas. ¿Alguna vez has tenido una experiencia en la cima de una montaña? ¿Cuándo fue ese momento? ¿Que estaba pasando? Creo que todos sentimos que pasamos la mayor parte de nuestra vida en los valles de la vida, yendo de un punto a otro, o en círculos, según sea el caso. Sin embargo, todos tenemos al menos una o dos experiencias en la cima de la montaña cuando Dios nos da un vistazo del mundo que nos rodea, donde recibimos claridad sobre la voluntad de Dios para nosotros y dirección sobre hacia dónde debemos ir en la vida.

La palabra “hermosa” en ingles está relacionada con la palabra bienaventuranza porque las Bienaventuranzas son la receta de Jesús para vivir una vida hermosa. Sin embargo, es fascinante cómo la lectura del Evangelio comienza con Jesús situándose en una montaña para dar su famoso sermón. Si visitan el lugar del Sermón de la Montaña de Jesús, descubrirás que es solo una colina de buen tamaño adonde se puede ver el Mar de Galilea. Sin embargo, la designación del evangelista Mateo de esta pequeña colina como una montaña tiene un cierto significado. Las montañas son lugares donde no se puede escalar más alto. Es el lugar donde la tierra toca el cielo. Es desde ese lugar que Jesús enseña a sus seguidores el espíritu y la perfección de la ley de Moisés en lugar de la letra y los detalles de esa ley. En el Evangelio de Mateo, Jesús es retratado como el nuevo Moisés. Así como Moisés recibió la ley de Dios en un monte, Jesús nos va a dar la perfección de la ley desde un monte. En lugar de una larga lista de “no deberás,” Jesús nos va a dar una larga lista de “deberás.” Él nos está invitando a tener una mirada desde la cima de la montaña a lo que es verdaderamente importante en la vida.

También es fascinante notar que la palabra para “bienaventurado” en griego es makarios, que quizás se traduzca mejor como “afortunado.” Es como si Jesús estuviera diciendo “afortunados los pobres de espíritu,” “afortunados” cuando están de duelo, y “afortunados” cuando son insultados y perseguidos. La incongruencia en estas declaraciones pretende captar nuestra atención e intrigarnos para una comprensión más profunda. ¿Cómo se puede considerar “afortunado” a un pobre, a un luto o/a los que sufren? Mi reciente visita a Vietnam, mi patria, me ayudó a poner estas Bienaventuranzas en una perspectiva significativa. Mi madre y yo hicimos ese viaje principalmente con el propósito de celebrar una Santa Misa en memoria de mi papá en el segundo aniversario de su muerte, para que nuestra familia
extensa, incluidos sus hermanos, puedan llorarlo juntos adecuadamente. Inicialmente tenía miedo de reunirme con todos en una ocasión tan triste. Sin embargo, resultó ser una bendición extraordinaria que trajo no solo sanación y cierre a todos los participantes, sino también alegría y paz, ya que se renovaron muchas relaciones y se restauraron conexiones perdidas hace mucho tiempo. Mi papá fue recordado en dos Santas Misas solemnes en Vietnam del Norte y del Sur, a cada una de las cuales asistieron muchos Obispos, Sacerdotes y personas que lo conocieron personalmente. Estas experiencias de oración renovaron nuestra fe en la victoria de Cristo sobre la muerte y en su promesa de vida eterna. Como doliente, me sentí afortunada porque sabía que mi papá era lo suficientemente amado como para que mucha gente lo llorara. A veces me sentía atrapado en la trampa de cerrar mi corazón a los demás porque quería evitar el dolor de la pérdida. Sin embargo, el duelo por mi papá me ha ayudado a abrir mi corazón nuevamente a los demás. Nunca volveré a celebrar otro funeral de la misma manera que antes. A medida que mi madre y yo estábamos unidos con otros en la fe, nos fortalecía la esperanza de reunirnos con nuestros amados en el cielo. Nos sentimos muy reconfortados.

Tal vez puedan relacionarse con una experiencia en su propia vida en la que cierta Bienaventuranza le toca con la misma fuerza. Jesús continuamente nos guía a ustedes y a mí nuevamente a una montaña para darnos una nueva mirada de dónde estamos en nuestras vidas, hacia dónde deberíamos ir, y qué es importante y qué no lo es. Hoy nos invita a abrazar el valor de ser pobres de espíritu, a abrazar una forma de vida más sencilla, donde nuestra riqueza no se mida por las cosas que acumulamos sino por nuestra fidelidad a Dios. Nos está invitando a abrazar el valor del duelo que refleja la disposición de nuestro corazón a amar y ser amados con una sinceridad más profunda. Nos está invitando a abrazar el valor de ser perseguidos por el Evangelio para que reconozcamos claramente que nuestra vida no se trata de nosotros y que nada más en este mundo tiene el poder de salvarnos sino Dios. Si reorientamos nuestra vida hacia las Bienaventuranzas, podremos apreciar mejor sus promesas: “De ellos es el reino de Dios,” “Serán consolados,” “Heredarán la tierra,” “Serán saciados,” “Serán saciados,” “Tendrán misericordia,” “Verán a Dios,” “Serán llamados hijos de Dios,” y “Nuestra recompensa será grande en los cielos.”

Que meditar en el Evangelio de hoy sea una experiencia en la cima de la montaña para ti como lo ha sido para mí. Jesús ha trazado un camino claro hacia una vida hermosa, la elección de seguirlo es nuestra.

Con bendiciones para ustedes en oración,

                                                                                                                        Mons. Cuong M. Pham

 

 

22 DE ENERO, 2023

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

     Este domingo, 22 de enero de 2023, marca el primer día del Año Nuevo Lunar, un tiempo de alegría, acción de gracias y reunión familiar para millones de asiáticos en todo el mundo, incluidos los chinos, vietnamitas, coreanos y otras comunidades orientales en los Estados Unidos. Estoy agradecido de haber tenido la oportunidad de pasar un poco de una celebración este Año Nuevo con mis familiares y amigos en Vietnam. Ha pasado mucho tiempo desde que estuve allí para esta ocasión, y aunque podría haberme quedado para el festival, quería regresar y unirme a nuestra comunidad vietnamita y mi familia inmediata aquí en este día sagrado.

     Es un placer ofrecer un cálido saludo y los mejores deseos de un Feliz Año Nuevo a todos los hermanos y hermanas asiáticos de nuestra parroquia, así como a aquellos que se unirán a ellos para celebrar el Año del Gato. Tendremos una Misa Solemne de Acción de Gracias para nuestra comunidad vietnamita este domingo a las 3pm. Todos están cordialmente invitados a asistir a esta alegre celebración de la fe y la cultura, que incluirá a varias generaciones de vietnamitas, desde niños pequeños hasta ancianos, sirviendo en diferentes roles. El santuario de nuestra iglesia estará adornado con flores de cereza en flor y espléndidas flores de primavera que recuerdan al sudeste asiático. Vengan a
a compartir con nosotros algunas de las tradiciones católicas vietnamitas más bellas, incluido el Recuerdo de los Ancestros, la distribución de Pergaminos de Bendición de Año Nuevo que contienen citas bíblicas seleccionadas al azar para usar como “palabras a seguir” o lemas personales para el año, y la entrega de Sobres Rojos con un “Dólar de la Suerte” a los niños y jóvenes como una forma de desearles abundantes bendiciones.

     Normalmente, en el Año Nuevo Lunar, la mayoría de los asiáticos se reúnen en las casas de sus padres para celebrar. Participarían en ceremonias tradicionales para dar homenaje a sus ancestros y ancianos vivos. Los hijos y los nietos presentaban a sus padres y abuelos deseos personalizados de felicidad, longevidad y prosperidad, y recibían de estas últimas bendiciones y obsequios a cambio. Los miembros de la familia extensa viajarían largas distancias para visitarse unos a otros. Siempre es un momento de familia y reencuentro. También es un momento para perdonarse unos a otros, dejar atrás el pasado y tomar la decisión de vivir de manera más positiva, más amorosa, más generosa
y más plena. Después de todo, los altibajos de la vida que todos hemos experimentado en los últimos años nos recuerdan que las mayores bendiciones de la vida no son las cosas materiales. Lo que más importa no es el dinero, la comida, las propiedades o los últimos aparatos, sino las personas y las relaciones. Con demasiada frecuencia olvidamos esto mientras descuidamos las relaciones en la búsqueda del dinero, la carrera, la fama y el éxito. Muchos asiáticos, por ejemplo, piensan que la mejor manera de amar a nuestros hijos es darles una buena educación y dinero para salir adelante en la vida. También tendemos a pensar que la mejor manera de amar a nuestros padres es perseguir grandes logros que los enorgullezcan. Por lo tanto, puede resultar demasiado fácil para nosotros centrarnos en las cosas materiales en lugar de las relaciones. Y lamentablemente, a menudo solo nos damos cuenta de nuestros errores cuando es demasiado tarde para corregir las cosas.

     Si las relaciones son de lo que se trata la verdadera bendición, nuestra fe nos dice que la mayor bendición de todas es la relación con Dios. Es Él quien nos creó y nos bendijo con todo lo que disfrutamos. Nuestra salud y seguridad, nuestra familia y amigos, nuestras oportunidades y esperanzas, y este hermoso mundo en el que vivimos, son todas bendiciones dadas por el Dios que nos ama. Sin embargo, con demasiada frecuencia, al buscar estas bendiciones, no buscamos al Dios que nos las dio. Somos como niños que reciben las bendiciones de sus padres al comienzo del nuevo año, pero no les devuelven el amor durante el resto del año. Así como el Año Nuevo Lunar ofrece a nuestros hermanos y hermanas asiáticos la oportunidad de renovar las relaciones en sus vidas, que también nos motive a buscar un nuevo comienzo en nuestra relación con Dios y entre nosotros.

     En el Oriente, los gatos a menudo se asocian con ser sensibles, gentiles, creativos, dotados, independientes y afectuosos. Se cree que las personas que nacen en el año del gato son personas sociables, muy talentosas y ambiciosas. Se cree que son muy buenos para persuadir y convencer con su gran retórica. Que la celebración del Año del Gato inspire a cada uno de ustedes a cultivar y celebrar los rasgos de personalidad que los llevarán a una vida más feliz y una vida mas santa.

Deseándoles a ustedes ya todos los miembros asiáticos de nuestra parroquia un Bendecido Año Nuevo Lunar, les aseguro a todos un recuerdo especial en el Altar.

Feliz Año Nuevo / “Chuc Mung Nam Moi”

Monseñor Cuong M. Pham