Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya! El mensaje de alegría de Pascua resuena en todo el mundo proclamando la victoria final de la luz sobre las tinieblas, la gracia sobre el pecado y la vida sobre la muerte de Nuestro Señor. Es el mensaje sobre el que descansa nuestra fe y en el que anclamos nuestra propia esperanza de victoria con él.
San Pablo dice: “Si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también nuestra fe” (cf. 1 Cor 15, 14). La Resurrección es el fundamento y la piedra angular de nuestra fe. En Pascua estamos llamados a vivir como personas profundamente tocadas por la Resurrección del Señor, aquellos que no pueden contener la Buena Nueva en sí mismos y deben salir corriendo a anunciarla. Al igual que María Magdalena, Pedro, Juan y todos los discípulos de Cristo, que nuestro encuentro con el Señor Resucitado en nuestro camino de fe nos toque profundamente y nos transforme también en testigos entusiastas. Que nos convirtamos en lo que San Agustín llamó un “Pueblo de Pascua,” un pueblo transformado en discípulos que corren.
Aprovecho esta oportunidad para agradecer a nuestros sacerdotes, diáconos, personal, ministros, catequistas, líderes laicos, voluntarios y jóvenes que han brindado mucho de su tiempo y talento durante la temporada de Cuaresma y Semana Santa para ayudar con las liturgias, retiros, devociones y decoración de nuestra iglesia. Ustedes han sido los rostros visibles de esos “discípulos que corren” en nuestra parroquia. Su sacrificio ha contribuido a la renovación espiritual de innumerables personas que cruzaron nuestras puertas. También estoy agradecido con todos los demás que se han unido a nosotros en oración. Su presencia es en sí misma un poderoso testimonio de la nueva vida de nuestra comunidad en Cristo.
¡Que las alegrías de Su Resurrección te llenen a ti y a tu familia! ¡Felices Pascuas!
Monseñor Cuong M Pham