8 de mayo de 2022

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Este fin de semana honramos a todas las Madres por lo que son y todo lo que han hecho para impactar nuestras vidas. Expresamos nuestro agradecimiento a todas estas mujeres especiales, incluyendo las madres adoptivas, las madres de crianza, las abuelas y todas aquellas mujeres que, con su cuidado por los demás, se hacen Madres. Celebramos la maternidad por las formas en que refleja la imagen de Dios al dar nueva vida y nutrir la vida.

Me parece oportuno que el Día de la Madre caiga el segundo Domingo de Mayo, mes de María, Madre de Dios, cuya maternidad divina comienza con su consentimiento a la invitación de Dios de convertirse en Madre de Jesucristo, y así de todos sus hermanos y hermanas en la fe. María sabía en su corazón que sólo en la oración podría llevar a cabo la enorme misión a la que había sido llamada.

Damos gracias por la bendición de nuestras Madres que, como María, han sido fieles a su propia vocación del amor. El amor de una madre, como todo amor, es de Dios. Modela el amor desinteresado y se basa en la misericordia y el perdón. En su forma de amar, las Madres muestran a sus hijos cómo es el amor de Dios. Así, cada madre es una persona muy especial. Dios la eligió para traer la vida al mundo; una fuerza que solo una mujer podía manejar. Ella nos llevó en su vientre durante nueve meses y nos presentó el mayor regalo de Dios en la tierra: la vida. Ella nos hizo darnos cuenta del valor real de ese regalo al actuar como una guía, una mejor amiga y un ángel guardián cada vez que nos quedamos indefensos en el camino espinoso de la vida. Siempre estuvo allí con una sonrisa cada vez que necesitábamos apoyo moral y un hombro para llorar. Observó nuestro crecimiento, éxito y fracasos con mucho amor y compasión. No importa la edad que tengamos, nuestra madre siempre sigue siendo una madre. No sería exagerado decir que la madre es la persona que levanta un hogar y la convierte en una iglesia doméstica.

A todas las Madres de nuestra parroquia, me gustaría hacerles saber cuánto las aprecio hoy. Al igual que mi propia madre que valientemente dio a la luz y crió siete hijos e incluso muchos nietos, algunos días probablemente se preguntan si lo que están haciendo importa. Tal vez sientan que su trabajo nunca termina; que siempre están exhaustos. Ciertamente, no hay una gran recompensa financiera ya que su rol no está definido por un cheque de pago ni por una promoción. En una era que parece disminuir el servicio y exaltar la ostentación, a veces es simplemente difícil valorar su inversión. Sin embargo, la verdad es que estan muy estimados por Dios (Salmos 127:3). En palabras de las Escrituras, se describe a una madre como alguien que “siente el valor de su trabajo, diligente en los quehaceres del hogar, enfrenta la mañana con una sonrisa, tiene algo valioso que decir y siempre lo dice amablemente. Sus hijos la respetan y la bendicen; su marido se une con palabras de alabanza” (Proverbios 31:18-19). Como un hijo bendecido con una madre extraordinaria, hoy me gustaría decirle a mi mamá y a cada uno de ustedes, con todo mi corazón: “¡Muchas mujeres han hecho estas cosas maravillosas, pero tu las has superado a todas!”

Hay una historia de un niño que olvidó sus líneas en la obra de la escuela parroquial, entonces su madre se inclinó y susurró: “Yo soy la luz del mundo”. El niño sonrió y luego con gran orgullo anunció: “¡Mi madre es la luz del mundo!”. Todos sonrieron. Sí, ese niño acertó. Las Madres, en efecto, escriben en el corazón de sus hijos lo que la mano del tiempo no puede borrar. A menudo, solo en retrospectiva vemos y descubrimos cómo la mano y el corazón de una madre han dado forma a nuestro destino. La huella de una madre, para bien o para mal, es permanente en la vida de las personas. Que todas las Madres sigan dejando una buena huella en la vida de sus hijos, y que permanezcan agradecidas con El que les dio hijos como premio.

A cualquiera que no sienta una buena razón para celebrar hoy, incluidos aquellos que no tuvieron la bendición de la presencia amorosa de una madre en la vida; cualquiera que haya recorrido el duro camino de la infertilidad, plagado de lágrimas y dolores; cualquier mujer que llora la pérdida de su hijo a través del aborto, me gustaría expresar la cercanía y comprensión espiritual de nuestra Iglesia. Tenga la seguridad de que siempre hay dones maternos que puede compartir en nuestra comunidad de fe. Te animo a buscar la sanación que Dios desea por ti, luego busca formas de ser una madre que ama y alienta a los demás.

Finalmente, a aquellas que están embarazadas de una vida nueva, esperada o sorprendente, quiero asegurarles que la Iglesia las espera con alegría y las acompaña con la oración. La maternidad no es para las débiles de corazón, y saludamos a todas las Madres como las verdaderas heroínas entre nosotros.

¡Feliz Día de la Madre!
Mons. Cuong M. Pham