5 de marzo de 2023

Queridos amigos en Cristo,

Estamos apenas comenzando la segunda semana de Cuaresma; hay un largo caminar por delante. Sin embargo, si no tenemos cuidado, podemos retroceder a nuestras rutinas espirituales. No olvidemos que la Cuaresma se trata sobre interrumpir nuestras rutinas y esforzarse para la renovación que nos lleva a la perfección. Mientras caminamos en esta temporada, la Iglesia propone la oración, el ayuno, y dar limosnas como herramientas que nos pueden ayudar alcanzar nuestra meta a “ser perfectos como el Padre es perfecto” (Mateo 5:48). Estas sugerencias pueden venir directamente del Señor, (Cf Mateo 6:1-6, 16-18).

Si bien abundan los recursos y el estímulo para formas nuevas y creativas de participar en la oración y el ayuno durante esta temporada, parece que la limosna sigue siendo la disciplina cuaresmal menos practicada y menos alentada. Para muchos de nosotros, la oración y el ayuno son prácticas más fáciles de adoptar. ¿Renunciar a algo durante 40 días? Entendido. ¿Realizar una práctica espiritual adicional? Sin ningún problema. Esto no quiere decir que estos dos sean fáciles, pero hemos entendido su propósito por mucho más tiempo. La limosna, sin embargo, es una historia diferente. Muchos de nosotros rara vez sentimos que tenemos dinero extra para dar, así que dejamos pasar por alto esta práctica de Cuaresma. Con el tiempo, las maravillosas recompensas de dar limosna se nos pueden escapar por completo. Algunos de nosotros rara vez conocemos la alegría de dar que permanece en el corazón de esta temporada.

Entonces, ¿qué es dar limosna y cómo se relaciona con nuestra fe? Dar limosna es, como era de esperar, regalos físicos, es decir, dinero, alimentos o bienes destinados a ayudar a los pobres. Elegir dar limosna hace una diferencia para aquellos que dan. Es un ejercicio de desapego, un recordatorio de que el dinero no es un bien supremo. Además, dar limosna es también una práctica social, quizás la más social del trío cuaresmal. Es porque dar siempre ocurre entre las relaciones. Este aspecto social de la limosna nos recuerda el aspecto social de nuestra fe; nos recuerda que no estamos solos en este viaje. Sobre todo, regalar dinero o posesiones es un acto de amor. Es una forma de encarnar nuestro deseo por el bien de otras personas. Hace eco del amor de Dios que se entrega a sí mismo. Nos ayuda a devolver ese amor de manera concreta y visible, porque “lo que hiciste a uno de mis hermanos más pequeños, a mí me lo haz hecho” (Mt 25, 41).

Dar limosna puede ser una tarea desalentadora para un principiante, ya que hay muchas causas buenas y valiosas por elegir. Ninguno de nosotros puede soportarlo todo; pero esto no debe paralizarnos para no hacer nada en absoluto. Podríamos reducir nuestras opciones conectando ciertas causas con lo que nos apasiona. Por ejemplo, siempre he disfrutado apoyar la Campaña Católica Anual en nuestra diócesis como una forma de dar limosna, porque sé que el dinero recaudado de la Campaña sostiene la misión de nuestra Iglesia aquí en Brooklyn y Queens. Como sacerdote, sé cuánto dependen nuestras parroquias, seminarios, escuelas, Caridades Católicas y programas de extensión para los pobres de las generosas donaciones de los fieles a esta Campaña. Una vez, yo mismo fui un beneficiario directo de esta generosidad cuando toda mi familia fue patrocinada en los Estados Unidos hace treinta y dos años como refugiados políticos bajo el auspicio de Caridades Católicas. Sin la ayuda de la Iglesia, no estaríamos aquí y ciertamente no podría estudiar para ser sacerdote. Ahora, como Párroco, estoy aún más consciente del impacto que tiene la Campaña Católica Anual en las vidas de innumerables personas comunes como usted y como yo, que experimentamos la misericordia de Dios a través de lo que brinda nuestra Iglesia. Es por eso que considero que mi constante apoyo a la Campaña Católica Anual es personalmente muy significativo y gratificante. A menudo hago de mi donación una práctica espiritual al orar por aquellos que se beneficiarán de mi donación y descubrir cómo mi donación está ayudando a otros. Dar de mis escasos recursos me ayuda a estar más agradecido con Dios por los recursos que me ha dado para compartir.

Al final, todas nuestras prácticas cuaresmales están destinadas a acercarnos más a Cristo, quien siempre mostró una preferencia especial por los pobres. La limosna es una forma concreta en que podemos seguirlo más de cerca. Como dijo el mismo Dios Padre en el evento de la transfiguración de Jesús en el Monte Tabor: “¡Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia, escúchenlo!” (Mt 3,17), la práctica de la limosna, junto con la oración y el ayuno, es una forma concreta de escuchar a Cristo. Después de todo, la limosna no es sólo “un testimonio de caridad fraterna”, sino también “una agradable obra de justicia de Dios” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2462).