Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Cincuenta días después de la Pascua, celebramos la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles que estaban unidos en la oración. San Lucas describe esta experiencia en los Hechos de los Apóstoles como un fuerte viento que llenó el aposento alto donde estaban reunidos los discípulos, y como lenguas de fuego que aparecieron sobre cada uno de ellos. El evangelista también nos habla de otras lenguas: cuando los Apóstoles salían a predicar la Buena Nueva con celo y denuedo, todos los que los oían se asombraban de que, aunque venían de diferentes países, aún podían entender el mensaje proclamado. , cada uno en su lengua materna.
Así, la fiesta de Pentecostés es también una celebración del don de la unidad que trae el Espíritu Santo. Reúne a personas que hablan diferentes idiomas y que provienen de diferentes culturas y las pone en contacto con quienes dan testimonio de Cristo Resucitado. Como resultado, todos pueden experimentar el poder de Dios, que trasciende las tristes divisiones entre ellos. El Espíritu Santo no es quien impone una rígida uniformidad que ahoga la diversidad. Él es como un rocío santo que brilla sobre las diferentes plantas y flores del Jardín de la Creación, sin destruir ni erradicar su unicidad dada por Dios.
Esta comprensión de Pentecostés nos insta e inspira a trabajar juntos en la construcción de una sociedad inclusiva que acoja la diversidad como un gran don del Espíritu del Creador. Como miembros de la Iglesia Católica, una comunidad de fe que crece a partir de raíces antiguas, pero que siempre abarca una diversidad de culturas e idiomas, tenemos una oportunidad de oro para ser testigos del amor, que es el idioma universal que todos pueden entender. En estos días, lamentablemente, podemos ver cómo el orgullo, los prejuicios y el odio muchas veces conducen a la exclusión, la destrucción e incluso asesinatos sin sentido en nuestra sociedad pluralista. La respuesta cristiana a estas tragedias es el amor. El amor conduce a la edificación de la familia humana. El amor restaura la unidad y la paz originales que Dios creó para que las disfrutemos. El amor puede tender puentes que nos ayuden a cruzar el abismo del racismo, de la xenofobia, de todo tipo de prejuicios y miedos.
En los últimos 182 años, la parroquia de Nuestra Señora del Monte Carmelo en Astoria ha sido un hogar espiritual para innumerables familias de inmigrantes, refugiados y extranjeros. Juntos construyeron esta comunidad y nos dejaron un rico legado católico que aún beneficia a nuestra generación. Adorar y viajar juntos como personas diversas no es fácil, pero gracias al Espíritu Santo que nos ha bendecido con el lenguaje común del amor, la unidad es siempre un sello distintivo de nuestra familia parroquial. Hoy, es nuestra misión ser testigos de este don.
“¡Veni Creator Spiritus!” Hoy la Iglesia reza con fervor: “Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía Tu Espíritu y serán creados. ¡Y Tú renovarás la faz de la tierra!” Oremos para que nuestros corazones se enciendan de amor por todos, incluidos todos los que hablan lenguas diferentes entre nosotros.
¡Feliz Pentecostés para todos!