29 DE OCTUBRE, 2023

Estimados hermanos y hermanas en Cristo,

En estos tiempos de turbulencia y violencia en la Tierra Santa, nuestros corazones están pesarosos al ser testigos del sufrimiento de tanto israelíes como palestinos, atrapados en un conflicto largo y complejo. Nuestros pensamientos y oraciones se extienden a cada víctima, sus familias en duelo y todos aquellos atrapados en este cruel ciclo de violencia.

Al reunirnos para celebrar la Eucaristía en este 30º Domingo del Tiempo Ordinario, las Escrituras litúrgicas resuenan profundamente con nuestra situación actual, desafiándonos a vivir el mayor mandamiento de amor de Cristo, incluso en los tiempos más turbulentos. En la primera lectura del Éxodo, se nos recuerda el llamado inequívoco de Dios a proteger y cuidar a los desfavorecidos (Ex 22:20-26). San Pablo, en su carta a los Tesalonicenses, elogia su fe en Cristo y el amor mutuo que ha encendido entre ellos (1 Tes 1: 5c-10). Sin embargo, el Evangelio de San Mateo nos lleva al núcleo de la enseñanza de Jesús: amar a Dios con todo nuestro ser y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mt 22:34-40). Estas Escrituras, en conjunto, nos instan a un amor que trasciende fronteras, reconociendo la imagen divina en cada persona, afirmando la santidad y el valor de cada vida humana.

La terrible escalada de violencia en la Tierra Santa, desatada por el brutal ataque de los terroristas de Hamas e intensificada por las severas acciones de represalia de Israel, ha causado un sufrimiento inimaginable en ambos bandos. El mundo llora por las vidas inocentes perdidas, las familias destrozadas y las comunidades devastadas. En medio de esto, muchos de nosotros nos encontramos en una maraña de emociones y lealtades, aún más complicada por nuestro clima político global polarizado. Hay un sentido palpable de ambivalencia. Muchas personas luchan con la tensión de apoyar el derecho de Israel a defenderse, mientras simultáneamente empatizan con las luchas y penurias de los palestinos.

En esto, la enseñanza de Jesús sobre el amor y la vecindad no solo es oportuna sino también profundamente desafiante, exigiéndonos un coraje extraordinario. Amar en medio del conflicto nos llama a superar nuestros prejuicios, a reconocer la dignidad inherente en cada persona, independientemente de su nacionalidad o fe. Es un llamado vehemente a denunciar la violencia en todas sus formas, reconociendo su capacidad para perpetuar más violencia y su flagrante contradicción con el Evangelio.

Como discípulos de Cristo, estamos impelidos a condenar la violencia y defender la justicia. Esta responsabilidad trasciende nuestras opiniones personales sobre el conflicto, recordándonos que tanto Israelíes como Palestinos son nuestros prójimos, creados a imagen de Dios. El mandamiento de amar a nuestro prójimo no conoce fronteras; es un llamado urgente a la justicia, la paz y la reconciliación para todos.

La situación en la Tierra Santa está profundamente arraigada en la historia y el dolor, y no se presta a soluciones simples o rápidas. Sin embargo, no debemos perder la esperanza. Las enseñanzas de Jesús nos desafían a creer en el poder transformador del amor. Oremos por la fortaleza para renunciar al odio y la venganza, eligiendo en su lugar el camino de la justicia, la misericordia y la reconciliación.

En la paz de Cristo,

Mons. Cuong M. Pham