27 DE AGOSTO, 2023

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Al reunirnos este vigésimo primer domingo en Tiempo Ordinario, el Evangelio de Mateo nos invita a examinar profundamente la autenticidad de nuestra fe. La incisiva pregunta de Jesús, “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” y su seguimiento personal, “¿Y quién decís que soy yo?” requiere introspección. Mientras que nosotros, como Pedro, declaramos: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, es fundamental preguntarnos: ¿nuestras acciones reflejan nuestra proclamación?

Si Jesús es realmente nuestro Salvador, guiándonos hacia la salvación, entonces cada faceta de nuestras vidas debería reflejar esta profunda verdad. No es suficiente reconocerlo verbalmente; esta realización debe permear nuestras ambiciones, valores, decisiones financieras, lazos familiares e incluso nuestras elecciones de entretenimiento.

Para muchos, la fe tiene su fundamento en las tradiciones: asistir regularmente a la Misa dominical, rituales religiosos y observancias religiosas significativas. Aunque son esenciales en nuestro viaje espiritual, la verdadera fe va más allá de estas prácticas, exigiendo un compromiso profundo que convierta nuestras vidas en un testimonio de la influencia de Cristo.

La vida de nuestra parroquia es una prueba de este compromiso. ¿Somos simplemente observadores pasivos en nuestra parroquia o desempeñamos un papel activo y constructivo? La participación comunitaria no se trata solo de presencia física. Se trata de integrarse plenamente, utilizando los talentos que Dios nos ha dado para beneficios comunitarios más amplios. Ya sea participando en grupos parroquiales, recibiendo con frecuencia los Sacramentos o brindando apoyo financiero, cada gesto tiene importancia. Estos actos no solo sostienen nuestra Iglesia, sino que también extienden la compasión de Cristo a aquellos en necesidad.

Es digno de mención cómo un grupo dedicado dentro de nuestra parroquia da incansablemente de su tiempo, talento y recursos. Su constante presencia en la vanguardia es un claro ejemplo de lo que significa ser un discípulo de Cristo y es un faro inspirador para todos nosotros. Sin embargo, para tener una comunidad próspera y dinámica, necesitamos que cada miembro desempeñe su papel. Mientras algunos podrían pensar, “¿Qué diferencia puede hacer mi pequeño acto?”, recordemos que cuando muchos actos pequeños se unen, crean un movimiento.

A aquellos de ustedes que participan activamente, un sincero agradecimiento por ser el pilar de nuestra comunidad. A los demás que se han mantenido al margen, consideren esta carta no solo como un recordatorio sino como una invitación para dar un paso al frente. Su parroquia los necesita, no solo como asistentes sino como participantes activos. Al avanzar, asegurémonos de que nuestra parroquia no sea solo un lugar al que vamos, sino una comunidad que moldeamos y nutrimos activamente.

En esencia, nuestro viaje de fe es comunitario, entrelazado con las historias y esfuerzos de otros creyentes. Con cada acto de compromiso, damos respuesta a la pregunta clave de Jesús. Asegurémonos de que nuestras acciones resuenen consistentemente con la afirmación de Pedro. Cada bendición que hemos recibido —tiempo, talentos y tesoros— debe reforzar nuestro compromiso con Cristo, no solo en palabras sino en hechos tangibles.

Al embarcarnos en una nueva semana, comprometámonos a actuar, participar y asegurar que nuestra parroquia siga siendo un testimonio vivo de nuestra fe compartida.

Con sinceras oraciones y bendiciones,

Mons. Cuong M. Pham