25 de junio de 2023

Queridos hermanos y hermanas,

¡La gracia y la paz estén con todos ustedes!

Al comenzar la Duodécima Semana del Tiempo Ordinario, las lecturas de las Escrituras de este domingo nos instan a confiar en la providencia de Dios y encontrar valentía en medio de la adversidad. Me gustaría ofrecerles una reflexión sincera sobre el tema de la resiliencia y la confianza, inspirándonos en la Palabra de Dios.

El pasaje del Libro de Jeremías (Jeremías 20:10-13) nos presenta una poderosa historia de la fe inquebrantable del profeta Jeremías en medio de las pruebas. A pesar de enfrentar oposición y persecución, Jeremías se mantuvo firme en su misión de proclamar el mensaje de Dios. La resiliencia del profeta sirve como una inspiración perdurable para todos nosotros, animándonos a aferrarnos a nuestra fe, incluso cuando surgen inconvenientes, oposición o desánimo.

En el Evangelio de Mateo (Mateo 10:26-33), Jesús anima a sus discípulos a no temer las dificultades que puedan enfrentar en la vida y el ministerio, asegurándoles el profundo cuidado de su Padre celestial. Hoy en día, este mensaje resuena en nosotros mientras enfrentamos nuestros propios desafíos e incertidumbres. Nuestra fe nos llama a confiar en la providencia de Dios, incluso cuando el camino por delante parece incierto.

Al reflexionar sobre estas lecturas, me vienen a la mente la increíble historia de mi padre, un hombre de fe inquebrantable en medio de pruebas inimaginables. Desde soportar la pobreza, el exilio y el encarcelamiento bajo un régimen comunista hostil, hasta reconstruir su vida como refugiado político en los Estados Unidos, él enfrentó la adversidad con una confianza decidida en Dios. Incluso cuando fue afectado por el coronavirus que finalmente se llevó su vida hace dos años, me consoló con estas palabras: “No temas, hijo mío, confía en Dios. ¡Nada escapa Su plan!” La confianza inquebrantable de mi padre en Dios durante los momentos de adversidad es una poderosa inspiración para mí y toda mi familia. Es un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, podemos encontrar fortaleza y esperanza a través de nuestra fe.

Ahora bien, ¿cómo aplicamos prácticamente las lecciones de resiliencia y confianza en nuestras vidas, especialmente cuando enfrentamos circunstancias adversas que parecen estar fuera de nuestro control y carecen de un significado aparente? Permítanme ofrecerles algunas sugerencias prácticas basadas en mis experiencias personales con mi padre:

  1. Rendición en Oración: En momentos de dificultad, entrega sus preocupaciones y temores a Dios a través de la oración sincera. Confía en que Él está en control y tiene un plan perfecto para su vida. Abracen las palabras del salmista: “¡El Señor sostiene mi vida!” (Salmo 54:4).
  2. Busca Apoyo: Apóyate en el apoyo de nuestra familia y comunidad de fe. Conecta con sus familiares, amigos, compañeros de trabajo y feligreses. Comparte tanto sus alegrías como sus luchas, encontrando aliento y consuelo en la presencia mutua.
  3. Cultiva la Gratitud y la Alegría: Fomenta una actitud de gratitud, incluso en medio de los desafíos. Busca momentos de belleza y bendiciones, abrazando cada día como un regalo precioso de Dios.

Sirve a los Demás: Al extender su mano a quienes necesitan ayuda, descubrirás el poder transformador de los actos de amor desinteresado. Brinda compasión, amabilidad y apoyo a quienes le rodean, fomentando la resiliencia y la confianza en el amor infinito de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, si alguno de ustedes se encuentra en duda, abrumado por las dificultades de la vida o tentado a abandonar su fe en este momento, oro para que el tema de las lecturas de este domingo, junto con los ejemplos notables de personas como mi padre, resuenen profundamente en su interior. Que les motive a seguir confiando en Dios. Recuerden que el Señor sostiene nuestras vidas. Que esta verdad nos ancle en los momentos en que nuestra fe es puesta a prueba.

Con oraciones sinceras y abundantes bendiciones,

                                                                                                         Mons. Cuong M. Pham

 

 

 

 

 

 

Queridos hermanos y hermanas,

¡La gracia y la paz estén con todos ustedes!

Al comenzar la Duodécima Semana del Tiempo Ordinario, las lecturas de las Escrituras de este domingo nos instan a confiar en la providencia de Dios y encontrar valentía en medio de la adversidad. Me gustaría ofrecerles una reflexión sincera sobre el tema de la resiliencia y la confianza, inspirándonos en la Palabra de Dios.

El pasaje del Libro de Jeremías (Jeremías 20:10-13) nos presenta una poderosa historia de la fe inquebrantable del profeta Jeremías en medio de las pruebas. A pesar de enfrentar oposición y persecución, Jeremías se mantuvo firme en su misión de proclamar el mensaje de Dios. La resiliencia del profeta sirve como una inspiración perdurable para todos nosotros, animándonos a aferrarnos a nuestra fe, incluso cuando surgen inconvenientes, oposición o desánimo.

En el Evangelio de Mateo (Mateo 10:26-33), Jesús anima a sus discípulos a no temer las dificultades que puedan enfrentar en la vida y el ministerio, asegurándoles el profundo cuidado de su Padre celestial. Hoy en día, este mensaje resuena en nosotros mientras enfrentamos nuestros propios desafíos e incertidumbres. Nuestra fe nos llama a confiar en la providencia de Dios, incluso cuando el camino por delante parece incierto.

Al reflexionar sobre estas lecturas, me vienen a la mente la increíble historia de mi padre, un hombre de fe inquebrantable en medio de pruebas inimaginables. Desde soportar la pobreza, el exilio y el encarcelamiento bajo un régimen comunista hostil, hasta reconstruir su vida como refugiado político en los Estados Unidos, él enfrentó la adversidad con una confianza decidida en Dios. Incluso cuando fue afectado por el coronavirus que finalmente se llevó su vida hace dos años, me consoló con estas palabras: “No temas, hijo mío, confía en Dios. ¡Nada escapa Su plan!” La confianza inquebrantable de mi padre en Dios durante los momentos de adversidad es una poderosa inspiración para mí y toda mi familia. Es un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, podemos encontrar fortaleza y esperanza a través de nuestra fe.

Ahora bien, ¿cómo aplicamos prácticamente las lecciones de resiliencia y confianza en nuestras vidas, especialmente cuando enfrentamos circunstancias adversas que parecen estar fuera de nuestro control y carecen de un significado aparente? Permítanme ofrecerles algunas sugerencias prácticas basadas en mis experiencias personales con mi padre:

  1. Rendición en Oración: En momentos de dificultad, entrega sus preocupaciones y temores a Dios a través de la oración sincera. Confía en que Él está en control y tiene un plan perfecto para su vida. Abracen las palabras del salmista: “¡El Señor sostiene mi vida!” (Salmo 54:4).
  2. Busca Apoyo: Apóyate en el apoyo de nuestra familia y comunidad de fe. Conecta con sus familiares, amigos, compañeros de trabajo y feligreses. Comparte tanto sus alegrías como sus luchas, encontrando aliento y consuelo en la presencia mutua.
  3. Cultiva la Gratitud y la Alegría: Fomenta una actitud de gratitud, incluso en medio de los desafíos. Busca momentos de belleza y bendiciones, abrazando cada día como un regalo precioso de Dios.

Sirve a los Demás: Al extender su mano a quienes necesitan ayuda, descubrirás el poder transformador de los actos de amor desinteresado. Brinda compasión, amabilidad y apoyo a quienes le rodean, fomentando la resiliencia y la confianza en el amor infinito de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, si alguno de ustedes se encuentra en duda, abrumado por las dificultades de la vida o tentado a abandonar su fe en este momento, oro para que el tema de las lecturas de este domingo, junto con los ejemplos notables de personas como mi padre, resuenen profundamente en su interior. Que les motive a seguir confiando en Dios. Recuerden que el Señor sostiene nuestras vidas. Que esta verdad nos ancle en los momentos en que nuestra fe es puesta a prueba.

Con oraciones sinceras y abundantes bendiciones,

                                                                                                         Mons. Cuong M. Pham