21 DE MAYO, 2023

Queridos feligreses:

A medida que nos acercamos a la celebración gozosa de Pentecostés, me siento inspirado a reflexionar sobre el tema de la unidad en la fe que resuena en la liturgia de este domingo. En la lectura del Evangelio según Juan, escuchamos a Jesús rezando fervorosamente al Padre por la unidad entre sus discípulos. Además, los Hechos de los Apóstoles revelan el poderoso testimonio de unidad en la oración de la primitiva Iglesia después de la Ascensión de Jesús al cielo. Estos profundos relatos bíblicos nos sirven como ejemplos para contemplar y emular dentro de nuestra propia comunidad parroquial.

Una vez más, me llena de inmensa alegría y gratitud la unidad que impregna nuestra familia espiritual. Nuestra
comunidad parroquial es un tapiz de diversas culturas e idiomas, pero nos mantenemos unidos como un solo cuerpo en Cristo. La riqueza de nuestras espiritualidades, prácticas devocionales y talentos variados enriquece nuestro camino de fe colectivo. Cada uno de ustedes, con sus dones y perspectivas únicas, contribuyen a la belleza y fortaleza de nuestra parroquia. Los visitantes que se han unido a nuestra comunidad han quedado maravillados por la unidad que han presenciado.

Juntos, hemos trabajado con diligencia para cultivar un espíritu de unidad en nuestra comunidad. Reconocemos que nadie puede existir solo y que la misión de Cristo se logra mediante la colaboración. Por lo tanto, es crucial que sigamos nutriendo y protegiendo este precioso don, evitando todo aquello que obstaculice nuestra unidad, como la indiferencia, la rivalidad, las críticas negativas, los chismes e incluso la pereza en nuestro compromiso con las actividades de la iglesia.

Una forma tangible de expresar nuestra unidad es mediante la participación activa en nuestra adoración y celebraciones litúrgicas. La Santa Misa es el latido de nuestra fe, un encuentro sagrado donde encontramos a Cristo y recibimos Su gracia. Los invito a todos a involucrarse más plenamente en nuestras liturgias. Respondamos a las oraciones con entusiasmo, cantemos los himnos con fervor y abracemos la belleza de los rituales litúrgicos. Mientras rezamos juntos, dejemos que nuestras voces se eleven como una sola, creando una sinfonía armoniosa de fe y amor.

Cuando nos reunimos, fomentemos un ambiente de hospitalidad y calidez, asegurándonos de que todos se sientan parte de nuestra comunidad. Practicar buenos modales sensatos en la iglesia, como llegar a tiempo, vestir de manera modesta, saludarnos con una sonrisa, hacer espacio para los demás en los bancos, limitar los movimientos innecesarios durante la Santa Misa, recibir la Eucaristía con reverencia y ser conscientes de nuestra conducta durante la celebración, comunica un poderoso signo de unidad y respeto por el espacio sagrado que compartimos.

Además, nuestra unidad se extiende más allá de los límites de nuestra parroquia. Somos llamados a apoyar las causas y necesidades de nuestra Iglesia como un cuerpo unido. Seamos generosos con nuestro tiempo, talentos y recursos, reconociendo que al trabajar juntos podemos lograr grandes cosas para la gloria de Dios.

A medida que nuestra comunidad parroquial sigue creciendo, es vital que demos una cálida bienvenida a todos, especialmente a los jóvenes y a las nuevas familias que son recién llegados a nuestro vecindario. Demostrémosles a ellos que nuestra comunidad parroquial, a pesar de su diversidad y tamaño, es verdaderamente una familia íntima donde se abraza y se toma en serio el deseo del Señor de la unidad.

Mientras transitamos este mes de mayo, un tiempo dedicado a nuestra amada Madre María, los encomiendo a su intercesión. Sepan que son recordados en cada Santa Misa, la verdadera fuente y cumbre de nuestra unidad cristiana.

Con afecto y oraciones sinceros,

Mons. Cuong M. Pham