Queridos hermanos y hermanas,
Este fin de semana celebramos la Fiesta Patronal de nuestra parroquia. Es un día que muchos de nosotros hemos estado esperando durante mucho tiempo. La fiesta patronal de este año parece esperarse aún con más ganas que otros años, en parte porque nuestra parroquia no ha podido celebrarla de manera solemne y festiva como lo hacíamos antes de la pandemia. Ahora que la vida ha regresado casi a la normalidad muchos parecen entusiasmados por hacer todo lo posible para honrar a nuestra Patrona, amada y venerada por todas las comunidades étnicas que son parte de nuestra gran familia parroquial. Para mí, esta semana también es significativa porque marca mi “Primer Aniversario” de ser su Pastor. Pensé que sería una ocasión especial para invitar a mi familia y a otras personas importantes de mi vida sacerdotal para venir a ver a “mi familia espiritual” en uno de sus mejores momentos.
Ha habido mucho que preparar para esta ocasión especial. Además de las tareas normales de planificar la liturgia y los programas, reunirme con líderes y ministros, coordinar los esfuerzos de todos los grupos, diseñar programas y preparar las instalaciones, también he estado pensando en cómo hacer que nuestros invitados especiales se sientan bienvenidos. Quizás puedan recordar la alegría de la celebración del año pasado cuando tuvimos el privilegio de dar la bienvenida a Su Excelencia el Arzobispo Christophe Pierre, Nuncio Apostólico en los Estados Unidos, quien vino a presidir nuestra fiesta patronal. Este año, tenemos la bendición de contar con la presencia de nuestro propio pastor diocesano, Su Excelencia el Obispo Robert Brennan, quien presidio la Misa de las 8am este día de la fiesta, y Su Excelencia el Obispo emérito Nicholas DiMarzio, quien preside la Misa Solemne de las 5pm. También tenemos Su Excelencia, el Obispo Raymond Chapetto, hijo nativo de nuestra parroquia quien preside la misa dominical a las 5pm. Habrá muchos sacerdotes invitados, la mayoría de los cuales han sido una parte integral de nuestra comunidad parroquial a lo largo de los años. Cuando comencé a reflexionar sobre el Evangelio de este domingo, no pude evitar pensar en la hospitalidad que esperamos brindar a estos distinguidos visitantes este fin de semana.
Cuando escuchamos la historia de Marta y María, supongo que muchos de nosotros pensamos en personas, generalmente “los demás”, en nuestras familias o entre nuestros amigos. Incluso si nunca lo ha dicho usted mismo, lo más probable es que haya escuchado el comentario de que alguien es “como Marta”, como si eso fuera algo malo. Jesús nunca le dice a Marta que no debe preocuparse por la compañía o preparar una comida maravillosa. De hecho, hay mucho que admirar en Marta. Fue Marta quien “acogió a Jesús en su casa” (Lc 10,38) en primer lugar. Claramente estaba ansiosa por pasar tiempo con Jesús y mostrar su estima con una comida en su honor. Mientras tanto, la idea de hospitalidad de María era un poco diferente. Mientras Marta estaba ocupada en los preparativos, María “se sentó a los pies del Señor y escuchó lo que él decía.” María le dio a Jesús y sus palabras toda su atención. Para mí, las dos hermanas representan dos aspectos complementarios de la hospitalidad, ambos importantes, incluso esenciales. Sí, dar la bienvenida requiere preparación. Jesús nunca sugiere que esta obra no sea importante o innecesaria. Pero la “mejor parte” de la hospitalidad es brindar a los huéspedes toda la atención: estar con ellos, escuchar sus historias, conocer sus experiencias y saborear su presencia.
La historia nos da una idea no solo de cómo dar la bienvenida a los invitados a nuestro hogar, sino también de cómo debemos recibir a Cristo en nuestras vidas y en nuestras comunidades, ya sea en la liturgia o en los rostros de los necesitados. Como alguien que pasa muchas horas y mucha energía creando un ambiente acogedor para miles de personas en nuestra gran comunidad cada semana, encuentro este mensaje particularmente interesante. Con demasiada frecuencia, nuestro servicio a los demás hace que nos centremos en lo que estamos haciendo mucho mas que en la presencia de Cristo entre nosotros. Nos olvidamos de que la relación personal es de lo que debería tratarse todo. Al prepararnos, ya sea para el huésped de nuestro hogar, la persona a la que servimos o a Dios a quien adoramos, debemos tener en cuenta que el Señor de la obra es mucho más importante que la obra del Señor. Las buenas obras son buenas, pero la razón de nuestras buenas obras no es tanto un logro como una relación personal.
Ruego que esta celebración de nuestra fiesta parroquial nos brinde a todos la oportunidad de ofrecer una auténtica bienvenida unos a otros, a nuestros distinguidos invitados y al Señor, el mas importante, que fomente una relación personal más allá de la hospitalidad externa y las festividades.
Fielmente suyo en Cristo,
Mons. Cuong M. Pham