1 de octubre de 2023

¡Saludos desde Roma, la Ciudad Eterna!

Al reunirse para la Eucaristía en este 26º Domingo del Tiempo Ordinario, espero que las lecturas de la liturgia resuenen profundamente en ustedes. Nos invitan a reflexionar sobre virtudes como el arrepentimiento, la humildad y la obediencia a Dios, esenciales en nuestro camino cristiano. Incluso desde Roma, estos temas moldean profundamente mis reflexiones diarias.

La vida espiritual, como sabemos, no es un acto único. Es un viaje continuo que exige una alineación constante con Dios, poniéndolo en el centro y anteponiendo su voluntad a nuestros deseos. Abrazar virtudes como la humildad, la conversión y la obediencia tiene sus desafíos, incluso para mí, sacerdote. Pero al caminar entre la belleza milenaria de Roma, pasando por lugares sagrados donde los Santos caminaron y reflexionando sobre sus historias atemporales, me doy cuenta de que es posible vivir estas virtudes. Las legacías de San Pedro y San Pablo, entre muchos otros a lo largo de los tiempos, son testimonios vivos de esta posibilidad.

Estos días, tengo la alegría de reencontrarme con amigos sacerdotes, religiosos y laicos que sirven a la Iglesia en el Vaticano y en Roma. Provenientes de diferentes partes del mundo, cada uno comparte una historia única de renuncia a comodidades conocidas para servir al Santo Padre y a la Iglesia universal aquí. Sus historias, llenas de sacrificio y amor por Dios, refuerzan la profundidad del arrepentimiento, la humildad y la obediencia requeridos en nuestro camino cristiano. Su servicio fiel, muchas veces oculto pero significativo, destaca la verdadera esencia del discipulado, priorizando la voluntad de Dios.

Aunque esté a miles de kilómetros, mi corazón sigue cerca de nuestra parroquia. Todos los días, al recorrer los antiguos y venerados lugares de la Ciudad Eterna, elevo oraciones por todos ustedes. Espero que, inspirados por los Santos de Roma, tanto los del pasado como los que aún caminan por sus calles, también encontremos la determinación para priorizar la voluntad de Dios en nuestras vidas. El Evangelio de este domingo, contrastando a dos hijos, sirve de reflexión. A menudo me veo en el primer hijo, que asiente rápidamente pero no sigue adelante. Sin embargo, mi deseo más profundo es reflejar el espíritu transformado del segundo hijo, que, a pesar de su hesitación inicial, elige alinearse con los deseos del Padre. Esta parábola nos muestra que, aunque a veces sea difícil decir “sí”, siempre está al alcance. No importa nuestras pasadas dudas, nunca es tarde para responder al llamado de Dios.

Si incluso este reconocimiento parece difícil, contamos con una herramienta poderosa para fortalecernos: el Santo Rosario. Esta oración, simple pero profunda, ha transformado a generaciones de personas comunes en discípulos extraordinarios, llevándolos hacia vidas virtuosas. Al entrar en octubre, el Mes del Rosario, que podamos esforzarnos diariamente en emular a María, quien personificó perfectamente estas virtudes. Recuerden, con cada recitación del Ave María, somos llamados a transformarnos, servir con humildad y someternos al plan divino de Dios, haciendo eco del inquebrantable “sí” de María al Señor.

En Estados Unidos, octubre también marca el Mes del Respeto a la Vida, subrayando la santidad y la dignidad inherente de la vida desde la concepción hasta la muerte natural. En un mundo que a menudo se muestra indiferente a los vulnerables, somos convocados a defender su causa. Ahora más que nunca, es esencial abrazar los valores del arrepentimiento, la humildad y la obediencia a Dios. Que los ejemplos de Nuestra Señora, los Santos y tantas otras figuras santas en la Iglesia nos impulsen hacia una vida llena de estas virtudes transformadoras.

Con afecto y bendiciones,

Mons. Cuong M. Pham